No sé como explicar lo que ahora siento. Ni siquiera pretendo que se me entienda,- aunque de quien me conocen bien, si lo espero-.
Soy aragonés de nacimiento y de corazón. Vine a vivir a Priego muy, muy pequeño, de hecho, estudié en Los Maristas. Mi infancia trascurre sin sobresaltos, en la calma chicha que reinaba en aquel entonces. Al menos aquí en Priego.
No dejamos, mi familia y yo, de ir a Ainsa en verano, de volver con mis amigos, con los míos, a mi tierra.
En esta época del año, se suceden las fiestas de los pueblos que, en el Pirineo aragonés, son muy pequeños, comparados con los que por aquí abundan. Algunos habitados por una sola familia, que hacen esfuerzos por celebrarlas, en honor a su patrón. Concretamente en Labuerda, un pueblecito a 4 Km. de Ainsa, vi por primera vez a LABORDETA, yo tendría 13 ó 14 años, corrían los años 72 ó 73. Franco aún vivía. Apareció en aquel remolque de eno, con su guitarra y su boina, y esa potente voz que le acompañó hasta el final. Potente y clara; aún resuena.
Actuó gratis, que no estaban los tiempos para otra cosa. El sombrero que su compañera pasaba entre el público asistente, apenas da para los gastos, pero no importa, ese no es el fín primordial, es otro mucho menos prosaico: despertar a una sociedad adormecida.
Así fueron sus comienzos, de pueblecito en pueblecito, de ciudad en ciudad; haciendo que los habitantes de esas duras tierras, sintieran orgullo de pertenecer a ellas. Olvidadas por el régimen de Franco, que sólo se acordó de ellas, para construirle pantanos, que no querían, y dinamitar sus casas. (Véase Jánovas).
Si mis padres, no querían que me hiciese de izquierdas, no debían haberme llevado a aquel concierto, aunque sinceramente creo, que no les importó lo más mínimo. Luego vinieron otros veranos, y otros conciertos: La Bullonera, Joaquín Carbonell, La Rond etc. Sus letras, despertaron en mí una consciencia y conciencia, anestesiadas, por una vida cómoda de clase media. Me aprendí sus letras de memoria, mil veces repetidas. A base de ver y escuchar......me hice agnóstico, rebelde y contestatario. Ayudó la edad, supongo. Pero sobretodo, se lo debo a él, a mi querido LABORDETA.
Mucho después, quien me lo iba a decir, tuve la oportunidad de verlo en un concierto en Córdoba, no me lo podía perder. Fuí, gocé y lo abracé, saltándome la seguridad. Si no lo hubiera hecho, ahora lo lamentaría.
Creo, sinceramente, que el mejor homenaje que Aragón le puede hacer, es instaurar como himno oficial, su ”Canto a la libertad”, su canción más conocida:” Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad. Hermano, aquí mi mano, será tuya mi frente.........”.
Hasta siempre, compañero.
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