24 de octubre de 2010 | Alfredo Hernández Sacristán
Imparcialidad
Toda profesión honesta es respetable y tiene su trascendencia, pues el trabajo nos perfecciona como actividad conducente a servir y tiene el valor de hacer la vida más agradable a los demás.
Hay profesiones a las que debe exigirse imparcialidad, y de tal manera tiene importancia que tendrían que exigirse a los que la eligen, una declaración jurada en la que se comprometieran a no influir en sus lectores hacia una tendencia política determinada.
La profesión que tiene por misión, como primera misión, la de informar, comprobamos la frecuencia con que prostituyen este cometido. Nada mas leer un artículo, abrir un periódico, y nos damos cuenta habitualmente de su falta de objetivismo.
Para mí, la importancia del periodismo en el medio que sea, es tal, que a él se debe la información de la masa heterogénea que conforma la sociedad. Y si escribo masa es por la importancia que tiene esa “levadura” que va a conformar la opinión de los que oyen o ven las noticias que les llegan. Y la masa es fácilmente manejable y se puede hacer que se mueva hacia el odio o la admiración según se desee. La mayor parte de la población no tiene la formación indispensable para saber filtrar las noticias y quedarse con lo que de cierto tengan.
Hace falta saber informar y que no existan intereses bastardos de arrimar el ascua a mi sardina. Lo estamos viendo en un periodismo político en el que la honradez brilla por su ausencia y mueven la ignorancia hacia donde a ellos les interesa. Crean un caldo de cultivo nocivo, irrespirable, amparado en la credibilidad de sus escritos o en las imágenes seductoras que invita a seguirles. Y lo triste es que saben que están arrastrando hacia la confusión, cuando podían hacerlo hacia la verdad. No hacia su verdad, que es falsa, y al final, no sabemos cuándo, la verdad resplandecerá pero el mal ya será irreparable.
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