Intentar que en la vida no exista el sabor amargo de la tragedia, es como intentar movernos en un eterno bienestar. Algo utópico que la misma vida se encarga de volvernos a la realidad en cualquier momento y recordarnos que vivimos de regalo.
No apreciamos el valor que supone el vivir, el sentirse vivo, como algo placentero, o no tanto, y en ocasiones doloroso.
Cuando surge algo trágico, y más trágico por inesperado y absurdo, el ánimo sufre un zarandeo brutal que requiere la ayuda de sicólogo o la de un grupo de ellos. Ha ocurrido algo antinatural a lo que difícil sobreponerse.
Pero a veces, tal vez no es necesario o al menos imprescindible, la ayuda sicológica Se ha podido comprobar con ocasión del accidente en el Madrid Arena de hace unos días. Mucho se ha hablado, se habla tanto y hasta la saciedad. Que si dimisiones, que si responsabilidades políticas…Cuanto se habla y se seguirá hablando. Pero una leve,, casi de puntillas vi, en la TV, al padre de la adolescente de 17 años que nos dejó en el, casi, inicio de la vida.
Pudimos ver la serenidad ante el dolor,. La explicación más clara y sublime que podemos dar a los acontecimientos que nos desgarra n por dentro. Por inesperado y por antinatural que no parece tener explicación. Pero la muerte está ahí y nos puede golpear en cualquier momento y en lo más querido.
El padre de la niña, para mi ejemplar, dijo que Dios lo ha permitido- no sé si literalmente- y hay que aceptar su voluntad.
Se entrega al Sicólogo paciente que no defrauda y nos da la razón del ser y del vivir. Y del amor.
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