11 de marzo de 2014 | Juan de Dios López Martínez
El plagio como herramienta política
Si hay algo que hoy día caracteriza a la generalidad de nuestra clase política es sin lugar a dudas su mediocridad; cualidad ésta que se acentúa cuanta mayor es la cercanía entre político y ciudadano. Quizás por ello sean los ayuntamientos los organismos con mayor concentración de tan ilustres representantes.
Una constitución, la española, hecha a imagen y semejanza de los grandes partidos políticos y una Ley Electoral que impide al ciudadano poder elegir libremente a sus representantes, obligándole, en todo caso, a tener que elegir entre unas listas impuestas por ellos mismos, ha propiciado —previa sumisión y pleitesía a los gerifaltes del partido— que alcaldes y concejales que apenas saben leer y escribir accedan a estos cargos representativos de tan suma importancia para el ciudadano. Recalcando la famosa frase que pronunciara Gaetano Mosca
“el político es tan soberbio que cree conseguirlo todo con la misma facilidad con la que consiguió el poder” se ponen a administrar unos presupuestos y unas plantillas de personal que para sí quisieran economistas con dilatada formación y experiencia.
Obviamente, con tan ilustres representantes, los resultados no se hicieron esperar. Ahí tenemos, por ejemplo, nuestro propio Ayuntamiento, donde el nepotismo en la selección del personal y un endeudamiento que supera la mitad de su presupuesto son la clara muestra de décadas de una gestión más que mediocre.
Gran parte de nuestra actual situación se la debemos a don Tomás Rafael Delgado Toro (Miembro del comité Director del PSOE-A y alcalde de Priego entre 1987 y 2003) Términos que utiliza abundantemente quizás en un vano intento de engrosar su acortado currículo.
Recuerdo que durante sus mandatos —y posteriormente también desde la oposición— enviaba artículos de opinión a la prensa local como parte intrínseca de la arrogancia a la que se había aupado con el cargo; en su mayoría, escritos sin la menor trascendencia informativa o interés para nuestro municipio.
Lo que sí recuerdo era que la lectura de aquellos artículos que publicaba era una auténtica lucha —permítaseme el eufemismo—
psicogramatical.
Su escasa instrucción pública, que para nada le interesó aumentar durante sus años de mandato, unida a la arrogancia que ya afirmara Gaetano Mosca, hacían que sus escritos fueran un auténtico galimatías gramatical, algo que continuamente se le criticaba en las redes sociales con incesantes comentarios a los que, por lo visto, nunca se dio por aludido.
Su desconocimiento de un artículo, un pronombre, un sustantivo, un adjetivo, una conjunción... lo ponía continuamente de manifiesto, así como de cuantas normas gramaticales ha tenido a bien dictar la Real Academia. Ello, entre otras, le hacía utilizar las tildes a su libre albedrío, los artículos utilizados como pronombres o las preposiciones confundidas con tiempos verbales No digamos ya de los signos de puntuación: en unas te dejaba a mitad de frase y en otras corrías peligro de asfixia si intentabas leerlas de tirón.
El pasado 15 de noviembre de 2013, bajo el título
“Emigración juvenil: Un drama de presente y un reto de futuro” don Tomás publicaba en ADARVE un artículo de opinión que tras leerlo y comprobar una redacción en él inusitada me planteó una agridulce duda. En un primer momento pensé que con su pase a la situación de invalidez absoluta tras la pérdida de la alcaldía y alejado de la política activa, debería estar aprovechando el tiempo en alguna escuela nocturna de Educación de Adultos; de ahí lo dulce. Sin embargo, no puedo negar que también se me pasó por la imaginación que algún familiar o algún amigo le estuviera corrigiendo los artículos para evitar así los comentarios despectivos que le fueron habituales en las redes sociales; de ahí lo agrio.
Nuevamente, el pasado 12 de febrero veo en la sección de Opinión del periódico Priego Digital una nuevo artículo de don Tomás bajo el título
“Sobre la desigualdad en España: Efectos y posibles soluciones” Ya el título en sí es lo suficientemente sugerente para que te asalte la desconfianza. Del mismo modo, el texto contiene una riqueza de datos estadísticos que, aun contando con una poderosa herramientas como es hoy en día internet, necesitas de unos conocimientos previos y un amplio trabajo de estudio para llegar a las conclusiones que en él se exponen. Lo que ya me puso la guinda de la suspicacia fue el último párrafo del escrito. En él refleja una cita bibliográfica de la obra publicada en 2010 por el historiador y escritor británico Tony Judt, titulada “Algo va mal”.
No me avergüenza decir que yo nunca había oído hablar de este escritor, y asqueado ya de las continuas manipulaciones de nuestros políticos, me extrañaba sobre manera que la citada obra formara parte de los fondos bibliográficos de don Tomás. Escarmentado durante décadas de la picaresca y la manipulación política, copio dicha cita bibliográfica, la pego en el buscador del Google y he aquí que me sale un artículo con el mismo título e idéntico texto publicado por el periódico digital “InfoHispano”, pero esta vez firmado por la periodista Mónica Company, su auténtica autora, dejando patente un supuesto plagio de don Tomás.
Con el
mosqueo propio, hago lo mismo con el otro artículo publicado por ADARVE bajo el título
“Emigración juvenil: Un drama de presente y un reto de futuro” y he aquí que de nuevo me vuelvo a encontrar con un artículo del mismo título y con idéntico texto publicado el 9 de mayo de 2013 en su propia página web por Nino Torres, Secretario General de las Juventudes Socialistas, pienso que su auténtico autor, por lo que, nuevamente, nos encontramos ante otro supuesto plagio de nuestro ilustrado ex alcalde de Priego.
Según la Real Academia, plagiar
“es copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”. El plagio está protegido por la Ley de Propiedad Intelectual y penalizado con pena de prisión y multa por los artículos 270 y siguientes de nuestro Código penal.
Al plagiado y a los tribunales de justicia les corresponde, en su caso y si ello fuese supuesto de delito, la reparación del daño, pero como ciudadano me indigna ver cómo una y otra vez, sin cortarse lo más mínimo y sin que les tiemble el pulso, nuestros representantes políticos tratan de manipular a la opinión pública con cuanto creen conveniente para alcanzar o mantenerse en el poder. Al menos, todavía nos queda el derecho a denunciar tan habituales prácticas. Eso sí, en tanto en cuanto una nueva ley de recortes no nos limite también este derecho.
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