No sé si merece la
pena analizar la profunda inconsciencia de tantos deplorables petimetres, sin
uso de razón ni sano juicio, a los que habría que dar una colleja para abrirles
el seso y que no se dejaran embaucar por soflamas falaces y mantras retóricos
que no caben en las reglas de juego de
De aquella permisividad, estas consecuencias. En una democracia hay normas, leyes, derechos y deberes, y lo que no se debe permitir, no se puede tolerar, si es cierto y lo es, o lo tiene que ser y para todos, que donde empiezan los derechos de los demás, terminan los propios.
Por eso, nunca se
debió consentir la hecatombe producida hace unos años en
Esta caterva
tenía que haber sido frenada: por no respetar la convivencia universitaria; por
hurtar los derechos a quienes se oponían a ellos; por impedir por la fuerza la
libertad de información, promoviendo violentos escraches contra la difusión de
ideas y opiniones distintas a las suyas; por asaltar la capilla de
Ya se veía venir,
más claramente desde que el movimiento de indignados del
Como en este país, en España, casi nada tiene importancia, casi todo vale y se deja decir y hacer, sin darle importancia, para que nadie se moleste, ha ocurrido igual que pasó con los proetarras de Sortu, ahora Bildu, que han ido sorteando los recovecos del derecho para poder presentarse a las elecciones, lo malo es que se les ha consentido; y con los independentistas catalanes, a quienes siempre se les ha pasado la mano por el lomo para que no se enfaden, Ahora, a este nuevo “partido marxista, comunista, bolivariano, chavista revolucionario”, que defiende la excarcelación de los etarras asesinos, porque no mataron a ningún familiar o amigo suyo, y que lo hicieron “dicen”, por causas políticas, se les otorga también, hecho imposible en una democracia madura, presentarse a unas elecciones democráticas, a pesar de manifestar su desacuerdo con las reglas de juego. A quien no respeta el reglamento vigente, no se le debería conceder jugar el partido.
Qué bonito quedó a su más alto mandamás, en uno de sus últimos mítines, guardar y esconder al “rottweiler” (antiguo dóberman en el P.P.), y hablar con ternura, suavidad y delicadeza, para convencer a ilusos y pusilánimes, de que los demás son los gritones y parlanchines vocingleros. Después de todo lo oído y en el tono proferido, ha logrado engatusar con su petulante soberbia, a miles, a millones de desaprensivos.
Y tras los
resultados se ha erigido en timón del cambio. Le faltó decir en la noche
electoral: “Quien no me haga caso, que se atenga a las consecuencias”. Vamos,
al más puro estilo Nicolás Maduro. Quizás no sepa que, ojalá hubiera consenso
para cambiar
Entre estas gentes estamos, que como dijo él: “Gentuza, en este caso, de posición acomodada, integrada en “la casta” a la que tanto desprecian, salpicados ya, sin haber pisado moqueta, de corrupción tributaria y moral; además si conocieran la urbanidad y buenos modales, cuidarían la imagen externa, que es el espejo del alma, pero el desaliño se ve que le reporta más votos. ¿Qué haría con chaqueta y corbata un ferviente autoproclamado comunista?
Si tras los resultados electorales del 20 D, que presentan una situación cuasi ingobernable, existieran mujeres y hombres, estadistas y “estadistos”, demostrarían madurez democrática formando una coalición entre los dos grandes partidos, que recuperaría su credibilidad perdida, daría necesaria e imprescindible estabilidad y unidad a España y solventaría de forma consensuada los problemas de los españoles: empleo, educación, sanidad, terrorismo y unidad nacional. Tanta diferencia no hay entre socialdemócratas y cristianodemócratas, aunque a algunos se les llene la boca de hablar de recortes sociales, iniciados en la anterior legislatura, y que ha habido que continuar en ésta para salir del atolladero.
Sin duda, esa coalición, frecuente en las democracias consolidadas, reforzaría a unos y otros, debilitaría a los emergentes, sobre todo de la trasnochada extrema izquierda, y sentaría las bases para atraer capital extranjero, ayudar a crear pequeñas y medianas empresas como mayor fuente de empleo, que fortalecerían la economía y el libre mercado, indispensable para la mejora salarial y el estado de bienestar. La altura de miras, la visión de futuro, y pensar de una vez por todas en los ciudadanos, evitaría que el enfermo entrara en la unidad de cuidados intensivos.
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