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AQUEL 4 DICIEMBRE DE 1.977

Para nosotros los andalucistas, conmemorar el 4 de diciembre de 1.977, día del Pueblo Andaluz, es un ejercicio de reconocimiento a quienes hicieron lo que tenían que hacer, con arrojo, valentía y franqueza.

Aquel 4 de diciembre, el pueblo andaluz rechazó masivamente la discriminación a la que se pretendía someterlo. Desvelamos y desenterramos un proyecto cuidadosamente ocultado por nuestra joven y ambiciosa clase política y, así cambiamos el diseño previsto, y lo hicimos con la grandeza necesaria, llenando nuestros noventa mil kilómetros cuadrados de territorio de una exigencia de igualdad y de derecho.

Hombres y mujeres que jamás habían acudido a una manifestación, hombres y mujeres que no sabían muy bien el significado de la bandera blanca y verde, hombres y mujeres que desconocían el significado y alcance de la autonomía, salieron a la calle a romper con una ilimitada e histórica resignación. Se mezclaron los anhelos de libertad con la exigencia de igualdad de trato con otras comunidades. En suma, ese 4 de diciembre de 1.977, el pueblo andaluz rechazo masivamente la discriminación a la que pretendían someterlo. Sin saberlo irrumpimos en la historia, empujando a nuestros representantes de entonces a lograr el máximo nivel de autonomía para nuestra tierra, con el convencimiento de estar en nuestro derecho y con la seguridad de que esto favorecería nuestro desarrollo y bienestar. Han transcurrido casi cuarenta años, estamos, en apariencia, muy cabreados, pero hemos olvidado el espíritu que nos llevó a los andaluces y andaluzas a tomar la calles ese 4 de diciembre. Los problema que aquejan nuestra sociedad en nada se diferencian a los que padecían los hombres y mujeres del setenta y siete, estamos atravesando una grave situación económica y social, tenemos la tasa de paro más elevada de toda España, nuestras familias andaluzas están pasando por un verdadero drama económico y están en riesgo las conquistas sociales de las últimas décadas, que tanto sacrificio nos han costado. Somos un territorio perjudicado, lo vemos todos los años en el reparto de los Presupuestos Generales del Estado que castigan a nuestra tierra de forma sistemática. Podemos comprobar diariamente como nuestros representantes no son capaces de defender lo que nos corresponde, pero a pesar de todo, parece como si estuviéramos anestesiados, con el pulso débil, pero como seguimos vivos, nuestro pueblo, despertara cuando se autorreconozca, recupere la ilusión y luche por sí mismo, impidiendo que nadie hable en su nombre, o en palabras de Blas Infante, «cuando los andaluces conozcan su verdadera historia y esencia, será cuando logremos llegar a obtener el poder necesario para exigir el respeto a nuestra personalidad tan diferente de aquella que tratan de imponernos».