Un concierto-recital sobre el poeta reúne en el teatro Victoria al historiador Ian Gibson, al pianista Antonio López y al barítono Luis Santana.
“Por favor, esperen
al final para aplaudir”. Fue el ruego del músico Antonio López en su
presentación del espectáculo “Como canta un poeta”, en el teatro Victoria de
Priego el pasado 19 de enero. Y esperamos. Y aplaudimos. Con entusiasmo, tanto
como el que nos había transmitido este concierto-recital-espectáculo
protagonizado por el citado Antonio López al piano, proporcionando una música
de muchos quilates; el barítono Luis Santana, que dio voz –espléndida, absoluta,
haciendo que su sonido se enseñoreara del espacio cada vez que interpretaba
alguna composición del poeta de Fuente Vaqueros-, y de un Ian Gibson que iba
desgranando anécdotas, curiosidades y retazos de vida y de sentimiento del
escritor, haciendo que el público se metiera de lleno en cada historia.
“El poeta español más amado y más llorado de todos los tiempos”. Así lo definió Gibson. Y así debió ser. El artista cuya procedencia granadina le llevó a comprender a los perseguidos, a ponerse en su piel de poeta-cronista de una realidad que llevó siempre en su pluma y en su obra. “García Lorca vino al mundo con muchos dones –aseguró Gibson en su primera intervención-: el don del teatro, el de la música, el de la poesía, y cómo no, el de la simpatía”. “Lorca era portador de toda la alegría del mundo”, diría más adelante.
El andaluz más universal y el que más ha dado al mundo de todos cuantos han sido, en palabras del historiador, se hizo desde el comienzo del espectáculo un hueco preñado de sentimiento por parte del público del teatro. Hasta el punto de que Gibson –algo del humor y la socarronería andaluza ya debe llevar por sus venas este dublinés afincado en la provincia de Granada desde hace décadas-, tras la interpretación de “Los cuatro muleros”, en la que el teatro se venía silenciosamente abajo, comentó: “Yo tengo ganas de aplaudir”. Fue el pistoletazo de partida para que el público se volcara desde ese momento con un espectáculo que entusiasmaba y aplaudiera tal y como le pedía el cuerpo.
O algún fragmento de “El Romancero gitano”, incomparable fusión de lo más hondo del pueblo y de lo más culto, en acertada definición de Gibson. Fue él quien puso la información, la anécdota jugosa y el humor (la seguiriya “Viva Sevilla” en alemán movió a la carcajada y al asombro), pero los tres pusieron al unísono la pasión y la emoción. Y es que, las elegantes notas arrancadas al piano por Antonio López, la poderosa voz de Luis Santana y las anécdotas aportadas por Gibson –la voz de este hombre, irrebatiblemente inglesa, acaba antojándose a este cronista como la de un andaluz con culta retranca- son una mezcla perfecta que sazonan y condimentan a la perfección el cálido lirismo y la musicalidad de las composiciones lorquianas.
Se trataba de la segunda representación de este concierto -el primero en Zamora, patria chica de Luis Santana, y ésta en el pueblo de Antonio López-, que aspira a continuar en el tiempo, pero el engranaje se vislumbra ya engrasado a la perfección. Tanto como para hacer que las palmas del personal se arrancaran enfervorecidas con la interpretación de la popular copla:
“Anda jaleo, jaleo:
ya se acabó el alboroto
y vamos al tiroteo”.
Y como si de un presagio se hubiese tratado, así fue como sucedió: un tiroteo interminable de aplausos despidió este emotivo espectáculo.
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