Cuentan que una vez, en un bello pueblo de un país no muy lejano, un hombre bonachón, bastante adinerado pero algo tacañón, se entristecía al ver que la cabalgata de los Reyes Magos no se paraba en el balcón de una niña pobre. El hombre, al ver aquella triste carita echada sobre la barandilla del balcón viendo cómo se alejaba la cabalgata, decidió hacer de rey mago aunque fuera por una sola vez. Sin pensarlo dos veces marchó presto y veloz en busca de una tienda de juguetes en la seguridad de que algo encontraría que alegrara aquella triste carita. Apelando al sabio consejo del dependiente, rogó le ayudara a elegir un presente para aquella pobre niña. El dependiente, un auténtico profesional de la labia y de la venta, una vez informado de quién sería la destinataria de aquel presente, le indicó a aquel buen hombre que lo más adecuado podría ser una muñeca.
— ¿Y qué tipo de muñeca cree usted más aconsejable?— Preguntó al dependiente. —Pues es mucha la variedad respondió pero yo me inclinaría por algún tipo de «Barbie», pues seguro que entre sus muchas indumentarias encontraremos alguna que se adapte a su perfil— Añadió el dependiente mientras se dirigía al mostrador donde se encontraban expuestas las muñecas. —Por su edad y su entorno familiar entiendo que lo más apropiado sería alguna de las muchas «barbies obreras» que aquí tenemos— Dijo el dependiente señalando una estantería. — ¿Me las puede mostrar, por favor?— Volvió a insistir. –Pues mire, aquí está la «Barbie minera» Viene con su casco, su pico y una lámpara de carburo. Su precio es de ochenta euros— La volvió a dejar sobre la estantería y cogió otra de ellas. …Esta es la «Barbie dependienta» Viene con su uniforme, un mostrador y un surtido de ropita para un pequeño muñeco. Su precio es de ochenta euros— Volviendo a coger otra, repitió: —Esta es la «Barbie limpiadora» Viene con uniforme, un plumero, una escoba y un recogedor. Su precio es de ochenta euros— Nuevamente, volvió a coger otra y mostrándosela a aquel buen hombre volvió a decirle: — Esta es la «Barbie albañil» Viene con su mono de trabajo, su casco y sus guantes de protección, una llana y un saquito de yeso. Su precio es de ochenta euros—
El hombre, viendo que las muñecas tenían un precio muy superior al previsto, siguió rastreando con la mirada aquel expositor. Advirtiendo que una de ellas no llevaba ningún tipo de distinción ni complemento, preguntó al dependiente: ¿Y ésta de aquí que no tiene nada en especial...? El dependiente, cogiéndola entre sus manos le dijo: Efectivamente, ésta no lleva nada que la identifique con el mundo laboral, ésta es la «Barbie política» Ahora, eso sí, viene con un armario ropero que ya lo quisiera Victoria Beckham. Su precio es de trescientos euros Sentenció el dependiente ¿Cómo es posible que está muñeca tan simple salga muchísimo más cara que todas las «barbies» anteriores? Preguntó sorprendido.El dependiente, viendo la cara de extrañeza que mostraba su interlocutor, enseguida le advirtió: Aunque a simple vista pudiera parecer una muñeca insulsa y sin valor, en su ropero tiene, entre otros, los disfraces de Alcaldesa, de presidenta de la Mancomunidad, de consejera de la Caja de Ahorros, de presidenta de la Gerencia de Urbanismo, de presidenta de cada uno de los Patronatos Municipales, de Secretaria Local del partido y de representante del mismo en el Comité Provincial. Como comprenderá, todo eso hay que pagarlo El hombre, aún más contrariado por aquella retahíla, insistió - Es que la muñeca que busco es para una niña pobre - El dependiente, para salvar aquella contrariedad, le insistió: No, no se engañe. Aunque esta muñequilla dé una imagen atribuida normalmente a la “derecha” resulta que ha sido fabricada pensando fundamentalmente en la clase obrera. - Si tiene ese precio ¿alguna ventaja tendrá sobre las demás? Volvió a preguntar. Si lee la propaganda podrá comprobar que esta muñeca promete paz y prosperidad a la familia que la acoge, augurando ventajas sociales, suculentos beneficios y estabilidad laboral para toda la familia - Le recalcó el dependiente.
Aquel hombre bonachón, a pesar de su tacañería, quedó convencido que la mejor opción sería regalar aquella «Barbie política», de esta manera no solamente alegraría la triste carita de la niña, sino que, además, contribuiría al bienestar de toda su familia.
Pasó el tiempo y aquel buen hombre quiso interesarse sobre el resultado de su obsequio, comprobando si, efectivamente, se habían cumplido los buenos augurios que prometía la «Barbie política» Llegado a casa de la niña pudo comprobar con estupor que desde que la muñeca entró en aquella casa, el padre había pasado a engrosar las listas del paro por una crisis de la construcción, un hermano se había tenido que ir a trabajar a un pueblo cercano debido a la desastrosa política municipal ocupacional, otro no pudo entrar a trabajar en el ayuntamiento porque había desaparecido la Bolsa de Trabajo que daba acceso al mismo en igualdad de condiciones, la madre había enfermado y continuamente tenía que desplazarse a otro municipio ante la deficiente asistencia sanitaria que aquejaba a aquel bello pueblo, y cómo la propia niña tenía que asistir a un colegio que había sido declarado en ruinas hacía varios años.
El hombre montó en cólera y se dirigió rápidamente en busca de aquel dependiente al sentirse engañado por sus consejos. Llegado ante él le relató todo cuanto había visto en casa de la niña, al tiempo que le pedía explicaciones por no haberse cumplido los augurios que la muñeca prometía, a lo que el dependiente contestó: -Cierto es que son muchas las personas las que, como usted, han venido a dar las quejas por no haberse cumplido todo lo que prometía la muñeca, pero si hubiese leído la letra pequeña de las instrucciones habría podido comprobar que esas promesas sólo se cumple si las personas que la adquieren se apunta a su club de fans. Por una módica cuota mensual se le da un carné acreditativo que le hace acreedor de todo cuanto augura, cosa que usted, como los demás, no ha hecho.
El hombre, todo apesadumbrado, se sintió culpable de las desgracias de aquella familia, testó todos sus bienes a favor de la misma, muriendo poco después de pena y remordimiento.
Pasado algún tiempo, aquel hombre, mientras paseaba por los jardines del edén celestial, con sorpresa pudo comprobar que todas las niñas que por allí había tenían entre sus brazos a «barbies obreras» y, curiosamente, no había ninguna con una «Barbie política» Aquello le extraño tanto que decidió preguntar al mismísimo Dios. -Señor ¿por qué en el cielo todas las niñas van con «barbies obreras» y sin embargo no hay ninguna con una «Barbie política»? - Le preguntó con cara sorpresiva. A lo que Dios le contestó con su acostumbrada amabilidad y sabiduría: Hijo mío, las «barbies obreras» tienen todas el cielo ganado, sin embargo, las «barbies políticas», para desgracia de la Humanidad, están todas en el Limbo. Al final de los tiempos decidiré qué hacer con ellas, si mandarlas al Infierno para su destrucción o si convertirlas en «barbies obreras» para toda la eternidad, así tendrán tiempo para devolver trabajando todo lo que se llevaron sin trabajar
Aquel hombre, reconfortado al ver lo acertado de la justicia divina, pudo al fin descansar en paz.
Y colorín, colorado este cuento se ha acabado
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