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6 de agosto de 2009 | Ángel Alcalá Pedrajas

Artículo cero: Derecho a nacer

          El 10 de Diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos. El texto consta de un Preámbulo con siete Considerandos y treinta Artículos. El primer Considerando advierte de que "la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana". Los Artículos 1 al 28 especifican y concretan la nómina de esos derechos, uno a uno. Ahora bien, el Artículo 29 dice que también "toda persona tiene deberes para con la comunidad", lo es de estricta lógica ya que quien es respetado por la comunidad tiene a su vez la obligación recíproca de respetar a la comunidad. Y por fin, el Artículo 30 afirma que "nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que el Estado, un grupo o una persona, pueda emprender actividades tendentes a la supresión de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración".
          Aquí aparece una de las varias objeciones que se han hecho a esta Declaración Universal: la facilidad y frecuencia con que Estados, grupos y personas la ignoran, manipulan y conculcan en todo el mundo. Es cierto que fue proclamada por la Asamblea General de Naciones unidas como "un ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse"; pero es también cierto, y especialmente hiriente,
que entre estos se encuentren muchos de los mismos que llegaron a firmarla.
          Otra objeción a la Declaración consiste en considerar que fue formulada desde la visión que del mundo y del hombre tiene la cultura occidental por 10 cual no es válida, para mentalidades y costumbres ajenas a esa cultura.
Pero aún puede ocurrírsele una tercera objeción a muchos lectores, particularmente españoles, dado el enrarecido ambiente que el proyecto de ley sobre el aborto está suscitando entre los ciudadanos de nuestro país. Y objeción grave, porque si se lee con sumo cuidado, enseguida se llega a la conclusión de que la Declaración Universal de Derechos Humanos ha olvidado, al menos explícitamente, el derecho humano fundamental, antecedente de cualquier otro: EL DERECHO A NACER. Así:
         El Artículo 1 dice que "todos los seres humanos nacen libres e iguales" ... Pero, ¿y si no nacen, porque quienes sean y por los motivos que sean, se encargan de que no nazcan?
        El Artículo 2 dice que "toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración" ... Pero, y si no se les deja vivir en el seno de sus madres, ¿cómo van a llegar a ser personas?
       El Artículo 3 dice que "todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona" .... Pero, y si son abortados antes de su nacimiento, ¿cómo
llegarán a convertirse en individuos humanos?
       Así podríamos seguir Artículo por Artículo. La Declaración de Derechos Humanos otorga una amplia gama de derechos a todos los seres humanos nacidos; pero omite el reconocimiento explícito e inequívoco del derecho básico y radical a nacer de todos los hombres, con lo que un número incontable de ellos, victimas del aborto, jamás
llegarán a disfrutar de esos derechos. Un inadmisible contrasentido.
        El año pasado, el Fondo Andaluz de Municipios para la Solidaridad Internacional (FAMSI) realizó la campaña "Conmemoración del 60 Aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos 1948-2008". Y quiso hacerlo desde una perspectiva nueva: la revisión de la pobreza a través de los derechos humanos. Intención muy loable, pues la situación de pobreza y desigualdad que sufre un tercio de la humanidad, es seguramente la más flagrante negación de los derechos humanos. Sin embargo, tampoco la FAMSI ni en ocasión tan solemne, llega a echar de menos y a reivindicar el derecho de todo ser humano a nacer, requisito indispensable para que pueda luego convertirse en sujeto de todos los demás derechos, incluido el de poder salir de la indigencia.
        Más polémico e incomprensible todavía: en España, el Gobierno proyecta una nueva ley de ampliación del aborto. Según sabemos por los medios de información, dicha ley no va a salvaguardar la vida del embrión concebido en el seno de una mujer, no va a reconocer el derecho del feto a seguir su proceso de maduración humana hasta su nacimiento, no le va a reconocer su derecho a nacer. No, todo lo contrario: va a legalizar su eliminación, su muerte, argumentando que es la mujer, como dueña de su cuerpo, la que tiene el derecho personal y exclusivo a interrumpir su embarazo, es decir, a abortar. Naturalmente, así se priva también al "nasciturus futurible" de todos los derechos que la Declaración concede a aquellos que "por suerte" lleguen a nacer .....
        Resulta tan contradictorio, tan bochornoso, tan "asesino" este elucubrar y proceder que hasta podría llegar a inquietar las conciencias de algunos promotores, ponentes, defensores, legisladores, indiferentes, seguidores ..... de esta ley. Por eso, para evitarlo siempre hay alguien (de cuyo nombre es mejor olvidarse) que se plante en la tele para decir que "lo que hay en el seno de la mujer embarazada es algo vivo, pero no humano" ... Así, seguro que con esta descerebrada ocurrencia, tanto ella como los que se hayan sentido incómodos con la nueva ley del aborto, podrán seguir tan tranquilos .... Qué manera de hacer política. Porque esta, como otras leyes, pueden ser la manifestación de un pragmatismo que agencia votos legislando al son de lo demandado por la mayoría social, sin preocuparse de educar y orientar estas demandas hacia valores y principios que dignifican, sin degradar, a la persona humana y por ende al ciudadano.
        Claro que no es cosa de achacar a la política el hecho abominable del aborto egoístamente provocado. Aborto y abortistas deben ser tan viejos como la humanidad. El ser humano ha solido utilizar el aborto para librarse de embarazos no deseados, para evitar hijos no queridos. Pero en la actualidad, dentro del clima de erotismo y pansexualismo dominante, parece se está tendiendo al aborto como si fuera un anticonceptivo más, como un preservativo, como la píldora del día después. Casi una tendencia general, casi una demanda social, que explicaría los más de cien mil abortos durante el año pasado en España. Un aborto cada 4 ó cinco minutos. Y es esta necesidad, este demanda la que puede aprovechar un gobierno "de progreso" para conseguir votos mediante una ley que favorece las conveniencias del aborto provocado. Para ello se basa en argumentos como "la mujer es dueña de su cuerpo, la mujer tiene pleno derecho a interrumpir su embarazo, no podemos permitir que una mujer entre en la cárcel por abortar, no puede sentirse perseguido el profesional de la medicina por ayudar a la mujer en su derecho de abortar, etc". Espúreos y cínicos pretextos, no argumentos, que no es el momento ni merece la pena refutar, pues ello no va a evitar los abortos ni la ley que los va a legalizar. ¿Por qué?
       En primer lugar, porque abortar puede aparecer como el recurso más fácil y rápido de acabar con una grave preocupación personal y familiar. La preocupación es un microscópico embrión o "un feto vivo, aunque no humano" de un mes, de dos, de tres, de cuatro ... al que se quiere eliminar a toda costa. Y para conseguirlo no hay más razón que aplicar el consuetudinario principio de que "el fuerte domina al débil". Y no hay nada más débil ni más indefenso que este minúsculo ser. No puede gritar-ni manifestarse-ni rebelarse-ni votar. Es como si fuera "nadie". No te mira a los ojos, no te
echa los bracitos. Así que para acabar con él, de manera brutal o con sofisticados instrumentos quirúrgicos, no hay que ser "un sastrecillo valiente".
       En segundo lugar, abortar debe ser muy rentable. Rentable en votos, en dinero, en control de la natalidad. No se entiende de otra manera la meticulosa protección que la ley presta no ya sólo al infante nacido (al que ni su madre puede darle "una torta" para educarlo), sino incluso a los embriones del lince, del oso pardo o del urogallo. Sin embargo, la vida de la persona humana que va a nacer va siendo objeto de una desprotección cada vez mayor. ¿Será que faltan animalillos y sobran seres humanos? ¿Será que, por la ley mercantil de la oferta y la demanda, hay que diezmar a los humanos para que no bajen de precio?
       No cabe duda de que la mujer que se halla en la difícil encrucijada de seguir con su embarazo no querido o interrumpirlo, puede estar viviendo una situación tan triste, tan dramática que sólo ella puede calibrar. Quizás ni pueda medir en su interior la malicia o las penosas consecuencias de una decisión mal tomada para ella misma y para "lo ya concebido" en su seno. Especialmente si se encuentra sola ....
       Pero, ¿acaso el hombre que le hizo "ese hijo en germen", sus familiares más allegados, las asociaciones, la sociedad entera no ven otra forma de apoyar a esa mujer que mostrándole el camino del aborto? y el Estado, el Estado español con todos sus poderes, Gobierno, Parlamento y Senado, jueces y partidos políticos ¿no son capaces de ponerse de acuerdo para encontrar otro medio de ayudar a toda mujer embarazada que no sea promulgando una ley que le abra casi de par en par las puertas del aborto? Pero si una ley así, por muy democrática que sea, padece de una absoluta inmoralidad e injusticia. Es como dar todo el derecho a la madre y quitárselo al hijo. Es como solventar problemas a costa de vidas. Es, se diga lo que se diga, permitir que puedan morir legalmente miles y miles de inocentes en una nación como España, donde la muerte está prohibida hasta para los más sádicos criminales. Ah, que es algo muy distinto si se trata de aborto, abortistas y abortados…
       A la mujer que espera un hijo, lo que hay es que prestarle por estricta justicia todo el apoyo personal, económico y social que merece la maternidad como valiosísima aportación al bien común. ¡Esta sí que sería una política verdaderamente inspirada en el reconocimiento y realización de los derechos humanos para todos!
        Seguramente ha sido positiva la "Campaña Conmemoración 60 Aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos". En especial si ha servido (como me ha pasado a mí con ocasión de la polémica del aborto en España) para que mucha gente caiga en la cuenta de que a dicha Declaración le falta un Artículo, un Artículo O que dijera: 'Todo ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción. Se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inalienable de todo ser humano inocente a la vida. TODO SER HUMANO TIENE DERECHO A NACER".
       A este Artículo es al que tendría que ajustarse la proyectada ley española sobre el aborto. Este Artículo es el que sería necesario añadir a la Declaración para que sus demás Artículos completaran su sentido. Y la Declaración Universal de Derechos Humanos tendría pleno sentido si, para bien de todos los hombres, los Estados y Naciones de la tierra se decidieran a cumplir constante y efectivamente cada uno de sus Artículos, del O al 30. Si felizmente así fuera, no habría que conmemorar la Declaración cada sesenta años, sino cada día.

 

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