Y ella sola se murió

Tras haber leído algunos libros que se hacen eco de la debacle sufrida por el sistema educativo español, trato de plasmar en este artículo las vicisitudes acaecidas en los últimos cuarenta años, que han conducido a la situación actual.

Cuán lejos queda el humanismo renacentista forjado en el “Quattrocento” y desarrollado en el “Cinquecento”. En sus orígenes está la llegada de sabios a Occidente, que con la caída del Imperio Bizantino, impulsan la difusión de la filosofía griega, favorecidos por los mecenas, la invención de la imprenta y la creación de las universidades, cuyo objetivo fue incentivar el estudio de la lengua, literatura y cultura clásicas grecolatinas.

Frente a la filosofía medieval que consideraba a Dios la preocupación fundamental del hombre, con la cultura humanista el protagonista es un ser inquieto, entusiasta, ávido de saber, voluntarioso y dispuesto a enriquecer su talento; un auténtico progresista ideológico y fáctico, afanado en el estudio, investigación, descubrimientos y pensamiento nuevo, cristalizado en la filosofía, la ciencia, la literatura y el arte. Hombres de cambio y progreso, rupturistas con las tradiciones medievales y defensores del pensamiento pagano, o contrarreformistas ortodoxos de los dogmas de la Iglesia, integradores del cristianismo y el clasicismo.

Con la Ley General de Educación de 1970, en pleno proceso aperturista del régimen franquista, la pedagogía esnobista fue calando en el sistema educativo. Se crearon muchos centros para escolarizar a tantos niños, que terminada la educación primaria, no podían acceder a la Enseñanza Media. Cierto es que la sociedad de aquellos años, no estaba concienciada ni interesada en la formación académica, sobre todo en ciudades pequeñas, pueblos y zonas rurales, donde la economía familiar dependía de la agricultura, ganadería, artesanía y comercio. Por falta de institutos en los pueblos, sólo había posibilidad de estudiar, si tus padres te llevaban a la ciudad, y para ello necesitabas una beca o cierto poder adquisitivo de la familia.

La Ley Villar Palasí  sustituye los cuatro cursos del Bachiller Elemental por los cursos 5º al 8º de E.G.B. Suprimir la “Reválida”, control externo de la universidad para igualar los resultados de los centros, fue un primer error, al intentar con esta medida, paliar el fracaso escolar. Pero el estropicio generado en la educación, no ha derivado tanto de la sustitución del Bachiller Elemental por la E.G.B., ni de la implantación de la E.S.O., sino de la intromisión de la demagogia política y la ideologización sectaria, que han ido excluyendo potencias básicas del aprendizaje para contentar a muchos, a pesar de la progresiva demolición de sus pilares básicos.

Hoy, la confabulación de numerosos ideólogos y  pedagogos progres, autores de las leyes educativas de la democracia, todas diseñadas y aprobadas por el PSOE, ha ido deteriorando  la enseñanza primaria y secundaria hasta culminar en el reinante desguace.  En ese proceso las humanidades han ido perdiendo valor, y no contentos con el estudio objetivo, mentes ilusas y resentidas, que manipulan sentimientos reinterpretando y reescribiendo la historia, y secuestrando costumbres y tradiciones, han pasado a la parcialidad y al análisis subjetivo. Insistir en la paulatina supresión de las asignaturas de humanidades, sustituidas por otras de escaso interés general o con tendencia al adoctrinamiento, al estilo de la franquista “Formación del Espíritu Nacional”.

El cataclismo educativo se ha producido con la invalidación gradual de capacidades intrínsecas a la persona, inherentes a la formación académica, como son la memoria, la comprensión y la voluntad.

La memoria es un valor muy desacreditado, si bien el raciocinio y la comprensión no deben renunciar a la memoria, pues todos juntos constituyen el motor de aprendizaje.

El entendimiento parte de la maduración del pensamiento, que la capacidad de razonamiento nos lleva a comprender. Si la madurez de la razón no acarrea la comprensión, no podremos memorizar, con lo cual habría que impeler la comprensión y la memoria, como arterias básicas de la capacidad intelectual. Un refrán popular nos muestra la conjunción entre memoria y comprensión: “Lo bien aprendido, para siempre es sabido”.

Algunos psicopedagogos y mentores reformistas  infravaloran potencias intelectuales como la memoria y el entendimiento que consideran fuente de diferencias sociales, y no del desarrollo de las capacidades personales, que si no se estimulan, se acaban atrofiando. En la actualidad todos tenemos las mismas oportunidades para la formación; el saber no está ligado a las clases sociales, pues hay lumbreras de clase humilde y nobles acomodados sin estímulo, que aplicaron el refrán: “Que estudien los burros, que yo ya sé mucho”.

Lo peor del sistema vigente es que tampoco se incentiva la educación volitiva. Sin voluntad no se consigue nada, con ella mejoramos el resto de nuestras capacidades: la memoria, el razonamiento, la comprensión. Lo que debemos hacer, si lo queremos hacer, no encontrará obstáculo que se le resista. “El que algo quiere, algo le cuesta”.

En los años 90, con la implantación de la L.O.G.S.E. llegó la hecatombe. Una sociedad transigente y permisiva, unida a un sistema que escolariza a todos con el mismo currículo hasta los dieciséis años, con la mentira de corregir las desigualdades intelectuales, como afirma F. Revel, es una traición a la educación, que trata de evitar que haya alumnos buenos y malos, deslegitimando los valores de la voluntad y el esfuerzo.

Quizás sería necesario agrupar antes y guiar hacia la F.P., a los alumnos con menor rendimiento académico, proveniente no tanto de su dificultad de razonar y comprender, como de la dejadez de padres sin ningún interés por la formación de sus hijos, y de alumnos que al no ser exigidos por los rectores educativos, deambulan mochila a cuestas, cargados de sobresaliente desidia y abulia, que no les permite sino acumular cursos sabáticos sin hacer ni aprender nada.

Asesores y pedagogos deberían impartir al profesorado métodos prácticos para motivar el uso de la memoria, la lectura comprensiva y la importancia de la voluntad.

La administración educativa y sus leyes se han encargado de minar la dedicación vocacional de profesores desencantados de su trabajo, y de alumnos trabajadores que progresan poco, porque sólo se les demanda el nivel de los menos dotados y de los más perezosos, que deberían integrarse, como en Alemania, en grupos con currículos adaptados; sin embargo aquí la demagogia política y sindical, pondría el grito en el cielo y lo consideraría discriminación escolar. ¿A quién se hace más daño?

Esta es la situación; un sistema educativo que considera inútil el saber, que prefiere la aculturación ideologizada, que constriñe la autoridad del profesor, que tolera la indisciplina y la dejadez, que prima al que sueña con “trabajar en el paro”  y perjudica al interesado por aprender con esfuerzo y dedicación, ciego y sordo ante la precariedad de los resultados; y por último, obsesionado por engañosas estadísticas y por convertir al profesorado en administrativos de planes, proyectos y memorias, que requieren mucho trabajo y no sirven sino para justificar el sueldo de miles de burócratas de despacho y oficina.

Los informes PISA nos ponen a caer de un burro, pero qué más da, sigamos así y en lugar de aplicar la LOMCE, deroguémosla, por si acaso puede producir como dicen sus siglas, “Mejora de la Calidad Educativa”.