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9 de septiembre de 2010 | José Tomás Valverde de Diego

Diario de un viaje gafado (20/7 a 5/8/2010)

" Me doy ánimos, “no hay mal que por bien no venga”. Estoy en Potosí, Ciudad Imperial y Patrimonio de la Humanidad, podía haber sido peor. "

Altiplano chileno
Dice un principio de la Ley de Murphy que “nada está tan mal que no pueda empeorar”. Y eso es lo que me pasó, en parte, en un reciente viaje por tierras chilenas y bolivianas. El pasado 20 de julio, partí desde el aeropuerto de Barajas (Madrid), con mi hermano Rafael y tres compañeros para recorrer en moto la zona del altiplano. Después de hacer escala en Buenos Aires, continuamos hacia Santiago de Chile donde nos reunimos con el amigo Iván. Al día siguiente, salimos en avión a Antofagasta (Chile) para recoger las motos. Luego de hacer noche en esta Ciudad, iniciamos nuestro viaje, pasando, entre otros sitios, por Calama, donde está la mayor producción de cobre chileno; toda esta zona está llena de explotaciones mineras, sobre todo litio, ya que aquí están las mayores reservas de la tierra.                           
 Al atardecer, llegamos a San Pedro de Atacama (2.600 metros de altitud). Visitamos el impresionante Valle de la Luna que, como su nombre indica, es un paisaje lunar que sobrecoge. Después de dos noches en esta Localidad, salimos hacia Ollagüe en la frontera boliviana. Desde San Pedro de Atacama empezamos a subir hacia el altiplano y a sentir los efectos de la altitud. El paisaje impresiona por su aridez, volcanes expulsando gases, llanuras inmensas de sal, vicuñas…visiones que iban pasando ante la visera del casco. Acongoja pensar quedarse tirado en esta tierra donde no ves ser humano.
Llegamos a un control de los Carabineros de Chile a 4.000 metros de altitud, a unos 70 Km nos esperaba la frontera. Aquí nos encontramos con unos veinte moteros australianos que nos informaron de la peligrosidad de los caminos, más que carreteras, bolivianos. Posteriormente a los trámites aduaneros entramos en Bolivia. No dejaba de pensar en la advertencia de los australianos, cuando a unos 16 km de salir de Chile, tuve una caída. Regresamos a la frontera, y en un pequeño consultorio en la zona chilena, los policías bolivianos se portaron fenomenal ya que nos dejaron pasar sin ningún trámite aduanero, me hicieron una cura. Esa noche dormimos en un albergue en la frontera, donde no había agua, al estar congeladas las tuberías por las bajas temperaturas.
Como no pude continuar con la moto al haberse esta dañado, desde ese momento tuve que hacerlo en autobús.
Una vez quedé con mis compañeros en Uyuni (Bolivia), salí en mi nuevo medio de transporte, tardando  unas cinco horas de viaje en llegar a esa Ciudad. Al día siguiente, visitamos el famoso Salar (3.679 metros de altitud), que tiene una extensión de unos 280 Kms de largo por unos 75 Kms de ancho.
Dos días en Uyuni y de nuevo en carretera, esta vez hacia Sucre. Tras siete horas de trayecto, con quince minutos de parada, para recorrer ¡¡¡220 Kms!!!, llegué a Potosí (4.070 metros de altitud), la Ciudad más alta del mundo, con unos 145.000 habitantes. Aquí el conductor me devuelve el importe del billete, no puede continuar a Sucre por estar bloqueada la carretera por una huelga de indígenas. Busco un hotel, me pongo en contacto con mis compañeros que a duras penas pudieron pasar los controles de los huelguistas, para contarle la situación.
 Me doy ánimos, “no hay mal que por bien no venga”. Estoy en Potosí, Ciudad Imperial y Patrimonio de la Humanidad, podía haber sido peor. Por ello, voy a una agencia y contrato una visita a una mina en el Cerro Rico, donde los españoles sacamos tanta plata con tanta sangre y sufrimiento.”Vale un potosí”.
Acompañado por un guía y seis jóvenes franceses, inicio la visita. En total recorrimos unos 2 Kms de galerías donde actualmente se extrae estaño, hierro y otros minerales despreciados en antaño. Cruzarse con jóvenes de 16 a 18 años empujando las vagonetas, mascando hojas de coca y con expresión embrutecida, impresiona. Ganan unos 85 pesos bolivianos (12 euros aproximadamente) a la semana en jornadas de seis horas. El guía nos comenta, que actualmente trabajan unos diez mil mineros para unas 200 cooperativas en el Cerro Rico, con un índice de siniestrabilidad de entre 10 a 15 muertes anuales, sobre todo debido a la ingestión de alcohol. ¡¡¡96 grados!!!, tiene el licor que beben.
Una vez finalizada la visita, después de unas tres horas en el interior de la mina, recorro la Ciudad, donde todo está cerrado por la huelga, la Casa de la Moneda, la Catedral, museos, etc. Por lo que paseo por sus calles admirando la belleza de sus balcones de estilo colonial.
Segundo día de paro. Potosí está bloqueada interiormente. Cuerdas, piedras y piquetes impiden el tránsito de cualquier vehículo. Todo sigue cerrado comercios, bares, etc. No queda otra opción que pasear. Conozco a unas jóvenes  estudiantes de la Universidad de Granada que están en argentina por un intercambio. Vemos grupos de mujeres indígenas armadas de palos que amenazan a los comerciantes que se han atrevido a abrir sus negocios. El ambiente está muy tenso y enrarecido. A una vendedora de comida le tiran la mercancía y se la pisotean. Nos alejamos del lugar.
Tercer día de paro. Potosí sigue bloqueado exterior e interiormente. Como la huelga general se declaró por 48 horas, a las 9,00 horas de la mañana decido ir a la terminal de autobuses, a unos kilómetros de mi hotel, a informarme si por la tarde venderán billetes. Afortunadamente todo es cuesta abajo, la Ciudad se extiende por la falda de una montaña. La estación está cerrada, les pregunto a los trabajadores de una gasolinera cercana, me dicen que a las 18,00 horas de la tarde está previsto que termine el paro. Una chica que está en la estación de servicio se ofrece a llevarme en su vespino. No me hace gracia regresar andando tanta distancia cuesta arriba en una Ciudad a esa  altitud. Durante el trayecto me comenta que trabaja para la ONG “Crecer” que concede microcréditos a mujeres y que ella no puede parar. Pasamos ante varios piquetes que nos gritan y la insultan. Ya cerca del hotel se despide y me desea suerte. Siempre “hay gente justa en Sodoma”.
A las 14,00 horas de la tarde recojo mi equipaje y marcho hacia la terminal. Un buen samaritano me lleva en su coche.
A partir de las 18,00 horas de la tarde empiezan a circular vehículos, el bloqueo interior se ha levantado, sólo falta el exterior, por lo que compro un billete para la ciudad de Oruro. Hago tiempo hablando con distintos turistas. Con un argentino me tomo un par de infusiones de mate, me comenta que al día siguiente tiene que estar en La Paz, a las 8,00 horas de la mañana sale su avión para Buenos Aires. Ha oscurecido, la temperatura baja a menos cero grados.
Fuera de la estación, que ha permanecido cerrada todo el día, hay unos treinta autobuses con el motor parado llenos de pasajeros. Todos escuchamos la radio, pendientes de lo que decidan los huelguistas en la asamblea general que están celebrando. Se vota. El bloqueo exterior continuará. El interior se mantendrá levantado provisionalmente hasta el mediodía de mañana sábado para que las amas de casa hagan acopio de alimentos, después, paro indefinido. Salimos de los vehículos y nos devuelven el importe del billete. Son las 20,30 horas de la noche, por lo que sin pérdida de tiempo hago auto-stop. Me recoge un taxi que me lleva al mismo hotel. Llamo a mi hermano Rafael y le explico la situación, ellos están en Cochabamba, a más de 500 Kms. Quedamos en llamarnos a las 9,00 horas de la mañana del día siguiente. Me acuesto recordando todo lo vivido en el día. El argentino no cogerá su avión.
Es el día 31 de julio (sábado) y el 2 de agosto (lunes) tengo que estar en Chile para iniciar el viaje de regreso a España. Sin poder dormir y diciéndome que tengo que salir de Potosí, a las 5,30 horas de la mañana bajo a recepción para pedir un taxi. Hay suerte, unos turistas acaban de llegar. Le digo al conductor que me lleve al inicio del bloqueo, ya que pasado éste llegan los autobuses de Oruro para recoger pasajeros. Luego de recorrer unos 6 Kms, topamos con un muro hecho a base de piedras que ningún vehículo puede atravesar, por lo que bajo del taxi y me mentalizo para andar los aproximadamente 4 Kms que hay hasta los autobuses. Son las 6,15 horas de la mañana, hace frío, llevo unos 30 kgrs de equipaje, por lo que hago caso a uno de los consejos contra el mal de altura, “comer poquito, andar despacito y dormir solito”.  Paciencia y buena letra.
Me cruzo con todo tipo de personas, indígenas de distinta edades con niños a la espalda, otros cargados con pesados bultos, turistas sonrientes, como viviendo la mayor aventura de su vida, que van hacia Potosí; “criaturas”, me digo, “lo que les espera”, gente que salen y otros que llegan. A ambos lados, en las cunetas, envueltos en mantas y junto a las hogueras, están los miembros de los piquetes.
El paraje por donde camino es llamado, tiene gracia, la Puerta del Diablo, un sitio angosto entre montañas, con un río que corre junto a la carretera. Me recuerda las Angosturas de Priego de Córdoba.
Tardo casi una hora en llegar a donde comienza los vehículos bloqueados. Sobrecoge ver gente metida desde hace tres días en autobuses, camiones, coches, etc. Desde una camioneta bajan unas llamas para que los animales puedan comer algo. Los bordes la carretera están llenos de inmundicia, ante ciertas situaciones se pierde el pudor.
Consigo alcanzar el final, un autobús va a salir para Oruro y quedan asientos libres. Llamo a mi hermano para decirle que he podido salir de Potosí, que continúen con su viaje a Coroico, habían decidido venir a recogerme. Tengo la sensación de haber salido  de una ratonera.
El recorrido dura unas cuatro horas. En la estación de autobuses hay un hotel con buena fachada, tiene siete plantas. “Hotel Internacional, 3 estrellas, salones para convenciones y congresos. Pase un día inolvidable con nosotros”, dice su reclamo publicitario. El establecimiento más cutre y asqueroso donde he tenido la desgracia de dormir. El ascensor quedaba parado a una cuarta por encima del nivel, los aseos sucios, las papeleras sin vaciar, restos de comida por los pasillos, estado de abandono y dejadez general. A esta altura del viaje todo me da igual.
Como Oruro (3.720 metros de altitud), ciudad de unos 215.000 habitantes, es un lugar feo donde no hay nada que ver, decido irme a mi habitación a dormir, intentando no pensar desde cuando no habrán cambiado las sábanas.
Al día siguiente, salgo hacia Putre (Chile) donde he quedado con mis compañeros para ir a Iquique a dejar las motos e iniciar el regreso a España. El trayecto dura unas cinco horas hasta Tambo Quemado (4.800 metros de altitud), frontera boliviana-chilena. El lugar es bellísimo, rodeado de volcanes nevados y lagos, el paisaje más hermoso visto en todo éste viaje.
 Aquí me reencuentro con mis amigos que, casualmente han llegado en ese momento. Una vez pasado el trámite aduanero, me despido de ellos quedando en vernos 65 kms mas adelante.
Sale mi autobús, pero a unos 5 kms para por avería. Los pocos pasajeros que vamos guardamos silencio, sólo se escucha al conductor y a su ayudante intentando arreglar el problema. Estamos a unos 4.500 metros de altitud, en un lugar donde las temperaturas bajan a -20 grados y está anocheciendo. Empieza a hacer frío. Transcurridos unos 45 minutos, que parecieron horas, iniciamos de nuevo el viaje. Le pido al conductor que me avise unos kilómetros antes de llegar a Putre, dado que esta Localidad se encuentra alejada a unos 5 kms de la carretera, para que vengan a recogerme. Media hora más tarde me indica que estamos llegando, por lo que llamo por el móvil a mi hermano. No hay cobertura. Nuevo intento. No hay cobertura. Así varias veces. Me asusta quedarme tirado en un cruce de carreteras a unos 4.000 metros de altitud, con noche cerrada y temperaturas bajo cero. Por suerte, Rafael había detectado el problema y me estaba esperando.
Aquella noche en la Hostería “Las Vicuñas” en Putre (Chile), junto con mis amigos y Mónica, la propietaria, pasé una velada difícil de olvidar.
El amigo Murphy no siempre acierta del todo. Afortunadamente.  
                                           
PD.: Potosí volvió a cerrarse, atrapando a más 300 turistas de distintas nacionalidades, hasta el 17 agosto que se levantó definitivamente el bloqueo. Ver página ABC:
http://www.abc.es/20100814/internacional/huelga-general-potosi-mantiene-20100814.html
 

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