La historia de la Cueva de Burgos

Se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Priego de Córdoba un legajo conteniendo un expediente, en el que se documenta el interés por localizar una cueva cercana a Carcabuey. En ella supuestamente se habían ocultado unas alhajas de oro y plata. Que nadie se preocupe, si eso fuese así casi cada una de las cuevas y simas que hay por estos pagos y por otros contendrían algún tesoro.
El legajo fue descubierto hace algún tiempo por María del Carmen Ruiz Barrientos y Francisco Durán Alcalá. Jesús Cuadros Callava, archivero municipal de Priego trasladó conocimiento del mismo a Rafael Carmona Ávila quien, tras la oportuna transcripción, realizó una ponencia sobre el mismo en el II Congreso Andaluz de Espeleología, celebrado en nuestra localidad entre el 1 y el 4 de mayo de 2008.
En el expediente se narran los intentos de localizar la cueva, de algunas confusiones entre esta y la de “Arcas” (la actualmente conocida como cueva de la Mina de Jarcas”, explorada y topografiada por el G.E. G40 el año 2008) y se detecta el malestar que los acontecimientos provocan en el alcalde de la Villa de Carcabuey. En resumen: una novela.
La cronología de los hechos, que podemos extraer de la ponencia de Rafael Carmona, es la que sigue:
- En 1623 Esteban de Burgos descubre la cueva; la Marquesa de Priego ordena la exploración de la misma; Bartolomé Gómez de Loaysa (alcalde mayor de Carcabuey), Diego Fernández Ortiz (escribano) y varias personas más exploran la cueva, empleando unas tres horas.
- En 1813 Gaspar Merino Ballesteros informa sobre la existencia de la cueva y que en ella había varias alhajas de oro y plata; el gobernador civil de Málaga remite escrito al Alcalde de Priego (cabeza de partido) pidiendo información sobre el particular; dado que el escribano se encuentra enfermo van a su domicilio a tomarle declaración, momento en el que comienzan a aparecer suspicacias y enredos entre la cueva en cuestión y la de Arcas, sin que, por diversos motivos, la autoridad la pudiese ver, aunque, eso sí, se mandó cerrar.
Aparecen en el documento varias cuestiones que hoy parecen trasnochadas, casi imposibles de creer:
Tras el descubrimiento se ordena el cierre de la misma con el siguiente argumento: “… movió la curiosidad de las gentes a concurrir a ver dicha cueva, lo que dio motivo a que uno de los Sres. Alcaldes ordinarios levantase auto motivando que la entrada de hombres y mujeres en dicha cueva podía ser causa de muchas ofensas a Dios, por lo cual, y evitar la muerte que podía seguírseles por lo peligroso…”.
A continuación la Sra. Marquesa ordena la exploración quedando un relato de la misma que entre otras cosas dice: “…y en lo último o más profundo un estanque de agua a que no se podía llegar sin grave riesgo y peligro de perder la vida…”(pocos años después se bajaría por primera vez a la sima de Cabra).
Quizá uno de los aspectos más importantes de toda esta historia es que se trata de una exploración realizada en 1623, lo que supone una de las más antiguas hasta ahora constatadas. Otra cuestión interesante es que hasta hoy no se había conseguido localizar la entrada, con lo que era imposible cotejar la descripción que se hizo en su día, hace casi cuatro siglos, con la realidad.
Hace ya tiempo que Rafael Carmona nos puso sobre la pista del asunto, más de un año. Desde entonces muchas han sido las salidas que hemos realizado por la zona en cuestión, e incluso importantes desobstrucciones en lugares que parecían ser el indicado. Pero sin resultados. Bueno, sin resultados hasta ahora, hace muy poco gracias a la obstinación de uno de los miembros del Grupo Espeleológico G40, Francisco Bermúdez Jiménez, todo parece indicar que por fin hemos localizado el emplazamiento de la cueva.